domingo, 21 de julio de 2013

'El dios de las praderas verdes'

Han pasado casi dos meses desde que tuvimos el privilegio de contar con la presencia de la escritora de Castronuño (Valladolid) María José Celemín, presentándonos su novela: El dios de las praderas verdes. El eco de sus palabras ha transitado a lo largo de este tiempo y nos lleva de manera irremediable a recomendar su lectura en este verano. 

En su visita al taller de escritura nos contó, de un modo exhaustivo, en qué ha consistido el viaje y la travesía interior de escribir su novela. Las razones que la llevaron a escribir y todo el proceso técnico de redacción, observación, planificación y montaje de una novela, para proveernos, finalmente, de una perspectiva final completa de cómo se escribe una novela.
La aportación fue, sin duda, novedosa, valiosa, de calidad y totalmente recomendable para aquellos que quieran saber cómo se escribe una novela.

Os dejamos una entrevista que hemos hecho a la autora, para ir abriendo boca.

María José, ¿en qué momento de tu vida decidiste escribir una novela? 

El hecho de escribir es una necesidad. Decidí escribir una novela para poner en claro la realidad de Castilla y León. Se dice que hay una democracia y que los comportamientos son civilizados, pero la realidad es que las vulneraciones de los derechos fundamentales más básicos, como la vida o la integridad física y psíquica, están amenazados constantemente. 


El modo en que esta violencia se ejerce es sutil y muy eficaz, más que el terrorismo de las bombas. Esta violencia se ejerce contra los diferentes, contra la gente que abre nuevos caminos, contra los emprendedores, contra los más sensibles, espirituales y creativos. La castellana es una sociedad paralizada contraria a evolucionar.

La envidia es una emoción que ha caracterizado al pueblo español desde siempre. Y es el resultado de una mente estrecha llena de prejuicios. Esto es lo que ha causado la crisis: los miedos, los prejuicios, la parálisis, el decir que no se pueden hacer las cosas y ponerse un muro mental. Y el arremeter contra quien lo hace.


La novela cuenta un caso de violencia que experimenta Victoria, una niña, chica, mujer que es más inteligente, más brillante, más bella físicamente, más sensible, espiritual y creativa que el resto, del que recibe todo tipo de violencia. Todo se describe en el contexto de pobreza y miseria de los pueblos castellanos donde aparecen las juergas de los adolescentes y el ambiente de degeneración de los veranos. Aparece una Castilla que no ofrece ninguna infraestructura para alguien que está más dotado. Lo único que ofrece es la misoginia de los depredadores que consideran a una mujer bella como un objeto y no como un ser humano. 


¿Cuáles fueron tus precedentes en la escritura?


Desde siempre, desde niña, he sentido el impulso de escribir, de contar lo que había en mi mundo interior. De dar esa versión más profunda y sobrenatural de la existencia.


¿Con qué dificultades te encontraste inicialmente?

Me encontré con que tenía una historia muy larga que contar, muy complicada, compleja, en la que había cientos de personajes. Lo duro han sido los cuatro años de investigación y análisis para poder encontrar la verdad que yo sabía sobre Castilla y León, sobre Valladolid en concreto, y que es la que quieren ocultar la mayoría de los actores actuales. Juan José Millás lo describe de forma magistral en su libro sobre Nevenka Fernández: «Hay algo que no es como me dicen». Eso que me estaban diciendo a mí, que pretendían hacerme tragar con ruedas de molino, es lo que sale a la luz en la novela.



     ¿Cómo fue el proceso de escritura?

Ha durado años, desde tomar observaciones in situ en las diferentes estaciones del año, en las decenas de lugares que aparecen en la novela, pasando por leer tesis doctorales para entender sociológica e históricamente a los personajes, y libros de emociones básicas como los de Francesco Alberoni. Además de todo un proceso de búsqueda de palabras técnicas que definieran con rigor lo que describía y escribía, y recursos literarios que enaltecieran el escrito y lo elevaran a la condición de un clásico de vocación universal.

¿Tus fuentes  documentales te llevaron a planteamientos diferentes a los que tenías al iniciar la novela?


No, al contrario, fue como hacer una oración antes de iniciar la búsqueda y, por fin, apareció lo que quería. Sobre todo, con el libro de Millás y la tesis de Pedro Carasa Soto: Élites castellanas de la Restauración.


¿Elegiste un estilo narrativo previo o fue durante el proceso de escritura cuando fue tomando forma?


Arundathi Roy, la escritora india, con su libro El dios de las pequeñas cosas, me dio la guía para empezar a escribir los párrafos y parte del tono de la novela. Aunque tiene descripciones muy bellas y un tono muy poético en la cuarta parte del libro, escrito en tono epistolar semejante al de Juan Valera en Pepita Jiménez. Delibes ha influido también con su estilo austero y certero, y, cómo no, los contenidos de El Hereje y de El dios de las praderas verdes tienen similitud desde el punto de vista de describir una sociedad castellana que no se deshace de su pasado medieval.


¿Cómo seleccionaste los personajes?


Cogía una foto de un personaje de la vida pública y hacía un dibujo de su rostro, me fijaba en cómo caminaba, cómo hablaba y lo vertía en mi personaje.


En la novela se habla de una enfermedad (?) desconocida, ¿qué te gustaría dar a conocer de esa manera de sentir la realidad?


El dios de las praderas verdes es una alegoría llena de símbolos: el Dios de la Infancia, de la Compasión, de la Empatía, de la Ternura, de la Espesura, de la Hermosura, de los Primeros Tiempos, de los Tiempos Primordiales. 


Es lo que hay en el corazón de Victoria y lo que ve ella a través de esos ojos del alma tan hermosos. Es una niña y una adolescente físicamente preciosa y dotada de un encanto especial. Esta superioridad espiritual, emocional, incluso física, se contrapone a la mediocridad de las otras adolescentes. Alguien así de tierno es sumamente generoso y está deseando conectar humana y espiritualmente con el resto. Lo último que puede imaginar Victoria es que la terrible violencia que recibe de las otras proviene de sus celos y envidias. Alguien tan espiritualmente bello como Victoria no puede entender, ni de lejos, la maldad humana, y es más vulnerable a verse decepcionado, porque su naturaleza no participa de esa mezquindad. Las otras la hacen sentir culpable porque tiene un rostro bonito y un cuerpo encantador. Regina piensa que Victoria le va a quitar el trono y que va a dejar de ser la «reina» con los hombres. Por eso maquina un plan de destrucción para que Victoria desaparezca. Pero esto es lo que sucede constantemente en el mundo; es lo que motiva las guerras, las peleas familiares: la envidia, sea por el motivo que sea. Victoria puede sobrevivir a esa violencia porque se refugia en su espiritualidad. Muchos santos se han refugiado en ese rico mundo interior. En la finca de sus padres, en la naturaleza, en el río encuentra el espacio teofánico donde puede conectar con algo que la trasciende y que la llena de vigor y de fuerza, que da sentido a su vida.




Por otra parte, en los contextos empobrecidos sigue existiendo la creencia, para muchos hombres, de que humillar socialmente a una mujer más dotada, brillante e inteligente le va a dar puntos. Y esto es lo que cuenta la novela en la segunda parte. Para nuestra desgracia, se describe en el contexto castellano, que aparece como brutal y lleno de misoginia. Victoria se encuentra en el contexto vallisoletano en el que no hay trabajo ni una sociedad dinámica; casi solo existe vestir ropas de marca y tomar café en las terrazas. Para una mujer emprendedora y vital como Victoria, el contexto castellano no ofrece ninguna infraestructura en la que pueda desarrollar sus talentos, y solo esa vida de ocio y de parálisis que se fomenta en Castilla es en la que una mujer bonita está avocada a caer, presa de depredadores. No hay otra cosa. 

Las consecuencias de esto son devastadoras, mucho más que en los casos del terrorismo convencional, ya que en estos casos las víctimas tienen soporte público. Pero en el caso de este terrorismo misógino, mujeres como Victoria tienen que exiliarse del país, dejan de obtener ingresos y tienen que buscar otros países y otros modos de vida y, además, tienen que adaptar su nueva vida a una realidad que no entienden. Todo retrasa su plan financiero de vida, sus posibilidades de tener una familia y hacer una vida normal. También su salud a veces se puede resentir porque, por muy fuerte  que sea Victoria emocionalmente, el hecho de tener que abandonar su país y ser agredida, pasa factura. 

Cuando Victoria pide ayuda en la consulta de un psicólogo porque tiene ansiedad, como resultado de esas brutales agresiones, en la novela se ve que a los psicólogos y psiquiatras les falta tiempo para acosar de nuevo a una mujer bella. Muchos psicólogos y psiquiatras acosan en el anonimato de sus consultas a mujeres atractivas, y pocas sobreviven. También aprovechan la ocasión para manifestar sus comportamientos misóginos y llevarlas a la confusión haciéndoles creer que son ellas el problema. De este modo las conducen al suicidio. Hay muchas mujeres que están sobreviviendo a base de pastillas, casi drogadas. Hay muchísimos casos en Castilla y León en los que el marido maltrata emocionalmente, y el médico, que es amigo del marido, le da las pastillas a la mujer, que presenta un cuadro depresivo y de ansiedad brutal. Entre los dos la hacen creer que ella tiene un problema porque no se doblega al control del marido. 

Hay muchas mujeres en Castilla y León que viven como zombis. No tienen fuerza para dejar a su marido maltratador. La vulneración de los derechos más fundamentales en esta comunidad es el pan de cada día. No hace falta irse a Arabia Saudí. Pero este terrorismo está completamente asimilado socialmente, tan asimilado que la gente lo niega. Victoria se da cuenta del terrible problema castellano una vez que entra en juego en la novela Jacquelyn Strickland, una coach de Estados Unidos, y es quien le ayuda a ver el contexto de misoginia que la rodea. 

Por otra parte, aparece el problema de la no aceptación de la diferencia y de los diferentes en Castilla y León. Cuando Victoria llega a Nueva York, se le caen todos los prejuicios que traía de Castilla y se da cuenta de que acaba de empezar a vivir en Otro Mundo, en el Mundo Nuevo, y que el Viejo Mundo, ese que la odiaba tanto por ser creativa y emprendedora, queda lejos, y se siente a salvo, se siente en casa. Es el título de la tercera parte: «Nueva York, en casa». 


Su salud se robustece porque deja de ser agredida y pasa a ser valorada. Allí puede desarrollar todos sus talentos y habilidades; puede hacer todo aquello que en Castilla y León, debido a la parálisis, no puede hacer. El drama empieza cuando tiene que regresar de manera forzosa a Castilla y volver a encontrarse con la parálisis. En la segunda parte se da la explicación a lo que sucede en Castilla. Victoria frecuenta los centros del Opus Dei en Valladolid. Alguien espiritual como ella se ve atraída por el silencio y la pulcritud de los oratorios. Pero, para su desgracia, y aun siendo advertida por las mujeres del centro, aparece el personaje de Vicente, que es el biznieto de un cacique de una de las grandes sagas del Valladolid de la Restauración, emergente del círculo ultraderechista y ultracatólico del Valladolid actual, y afín a Blas Piñar y al sindicato Manos Limpias, que ha echado de nuestra democracia al juez Baltasar Garzón. 

Vicente verbaliza su carácter franquista y nazi, y también los pensamientos más íntimos de las élites dirigentes actuales. Pero Victoria no cree lo que dice Vicente. Piensa que es todo broma. Finalmente, Vicente se comporta de acuerdo con su forma de pensar. De esto se infieren muchas lecturas. Porque no solo se ha producido un golpe de estado al echar de la democracia al juez Garzón, sino que estos ultraderechistas agreden también en el plano social y privado. Por otra parte, se plantea la cuestión de la desinformación que tiene Victoria sobre el terrorismo franquista y las consecuencias graves que puede tener para su integridad física y moral estar con alguien así. Y el problema viene de que no ha habido una declaración oficial de que el franquismo fue un exterminio, un holocausto, tal y como ha sucedido en la Alemania nazi. Y esto repercute gravemente en la sociedad, que se ve amenazada y está llena de pánico. Que ve cómo en España nada ha cambiado. Hay mucha gente en Castronuño que, cuando ve lo que ha pasado con Garzón, empieza a alzar la voz con gritos de impotencia. Lo de Garzón, y lo de otras cosas como lo de Garzón, son como bombas de racimo emocionales que caen sobre la sociedad. Son ataques frontales a una parte de la sociedad española. Es la desgracia que asola este país. Estados Unidos nació como consecuencia de un consenso social. No existe la envidia como emoción que teje la sociedad española y todos colaboran entre sí. Es por lo que mucha gente se va de España. 

Hay una investigación que arroja cifras significativas sobre las aspiraciones de los españoles. Mientras que el 80 % de los estudiantes de la Universidad de Harvard quiere crear su propio negocio, el 80 % de los estudiantes españoles recién graduados aspira a aprobar una oposición y ser funcionarios. Con esto está dicho todo. Los españoles, en términos generales, esperan a que les den un trabajo, pero no se mueven para generar ideas nuevas y empresas novedosas. ¿Y por qué no? Es una de las claves de la novela y aparece en esta segunda parte. La gente tiene miedo. Tiene un miedo histórico al qué dirán. El imaginario colectivo está lacrado con las torturas de la inquisición a las que fueron sometidos nuestros antepasados, que tuvieron que declarar una y otra vez que pertenecían al pensamiento único de la Iglesia católica castellana. La gente tiene un trauma histórico, y se le ha grabado a fuego en la mente que no se puede salir de la normalidad. Tienen que seguir declarando a los demás que son «normales», y esta declaración de normalidad implica que tienen que seguir siendo sumisos a las autoridades naturales de siempre. 


Los caciques, en el siglo XIX, consiguieron la docilidad del pueblo castellano a través de inventar que la esencia de la nación española estaba vinculada a la Iglesia católica y a los momentos de mayor esplendor de la patria. Y, por desgracia, este nacional-catolicismo es el que seguimos viviendo en la actualidad. Que el idiota de Franco institucionalizara que los músicos y los actores eran unos tirados que había que exterminar, ha hecho un daño terrible a la sociedad, y es lo que vive Victoria en la tercera parte del libro cuando llega a Nueva York y empieza a trabajar de bartender: «Iba a tocar con sus manitas aquellas cosas que supuestamente estaban reservadas para otra clase de chicas. Estaba a punto de convertirse en una mujer de mala vida. "¡Eh! ¡Tú, puta!". En una prostituta. En la trastienda de su inconsciente había un hombre con un tricornio que apuntaba sus sesos con una pistola. A un milímetro. Con los dientes de sierra, el bigote de lobo, la mirada inyectada, la barriga caída y la polla fofa metida en unos bombachos con botos negros. Y estaba dispuesto a acabar con los diferentes, los ecologistas, los homosexuales, los intelectuales y las putas. Ella se estaba convirtiendo en su blanco perfecto. Al aceptar un trabajo de camarera estaba dejando de ser una señorita».

En Austria o en cualquier país civilizado, a los niños, cuando tienen habilidad para la música, se les motiva para que sean músicos. En España no. En España uno tiene que ser ingeniero para que el padre o la madre diga que el chico es algo socialmente. No existe la alegría para emprender negocios que existe en Nueva York, ni el afán colaborador, ni la idea de que todos pueden participar en las redes de negocio. Si un porcentaje alto de hombres castellanos piensa que las mujeres son inferiores, ¿cómo le van a dar un apretón de manos para cerrar un acuerdo? Demasiado protocolo y demasiada arrogancia, y una gran falta de humildad, flotan en el ambiente. Para un castellano o para un español, de entrada, las cosas no se pueden hacer. Siempre existe el no por delante. Para un neoyorquino no existen estas barreras mentales. Nueva York es la ciudad donde todo se puede hacer. Es donde Victoria está a gusto. Es donde puede encontrar gente como ella. Si para un castellano, de entrada, todo es difícil y nada se puede hacer, ¿cómo piensan entonces que pueden crear una sociedad próspera y dinámica? Hay mucho prejuicio, mucha barrera mental, mucha vergüenza española tal y como nos conocen en el exterior. Las causas de la crisis están aquí. Están dentro de la sociedad misma. No hay culpables en el exterior. Y todas estas barreras mentales y prejuicios vienen porque esas élites dirigentes son los descendientes de aquellas del siglo XIX, que se siguen creyendo superiores para gestionar los asuntos públicos y preparar el descomunal desastre en el que está ya sumergido el país. Y la gente no reacciona. Sigue con miedo.


Hay ejemplos de cómo salir adelante y de reformas sociales. Me viene a la cabeza BioCultura, en Cataluña, es uno de ellos. Ángeles Parra es su fundadora. Creado desde hace treinta años, ha conseguido agrupar a una mayoría de productores de agricultura, cosmética, calzado, bioconstrucción ecológica, medicina alternativa y otros, estableciendo ya un modelo alternativo y sostenible a este desastre. Ha surgido en Cataluña. No sé si es una casualidad. Estas son las vías que tenemos de crear una cultura propia.
En Castilla y León no sé si se trata de retomar lo local y de recuperar la tradición, porque la única tradición que tenemos es la que impusieron desde la Edad Media: la Inquisición. En uno de los capítulos digo: «A Castilla le faltaba la música». 


Cuando hace unos años llevaron a un museo de Londres las figuras patéticas de esos Cristos sangrantes y agonizantes en la cruz y en el lecho de muerte, los británicos se quedaron horrorizados al ver semejante sadismo y darse cuenta de cómo se había aterrorizado al pueblo castellano. Y es lo que sigue en la actualidad. Esa música de ultratumba sin melodía de los pasos de Semana Santa. Cuando llega música de la India o de otros lugares, que es música con melodía, la gente se vuelve loca. Pero todos nos damos cuenta de que no tenemos tradición. Y es esta tradición la que hay que crear. Una tradición que sea amorosa, alegre, llena de color y de creatividad, de afán de colaboración para emprender negocios, en la que, como en Nueva York, no exista esta envidia del castellano y del español, que es la que nos está matando. El hecho de que la gente no se atreve a emprender porque aún flotan los prejuicios impuestos de la Inquisición y del franquismo, fomenta la parálisis y la vida de ocio, letárgica y sin objetivos, que impera en Castilla. Y esta parálisis es la que fomenta la envidia y las envidias. Hay un capítulo, que es el quinto de la primera parte, dedicado a la envidia, que es la envidia que siente Regina hacia Victoria. Lo declamamos también en los recitales. Francesco Alberoni describe de un modo magistral y riguroso lo que siente el envidioso y la rabia fría que le lleva a maquinar un plan destructor. 


La despoblación del medio rural y de los pueblos es una realidad ya palpable. Castronuño, sin ir más lejos, ha perdido la vida nocturna del verano: las noches al fresco, la gente sentada en las puertas hasta la una o las dos de la mañana. No hay gente, ni siquiera en verano. Y la ciudad no ofrece una perspectiva más halagüeña, porque sigue encorsetada en esa «normalidad» del funcionario donde no hay una riqueza ni una variedad de propuestas. Las megaconstrucciones de grandes superficies comerciales a las afueras de la ciudad de Valladolid, sin luz, sin vegetación, sin ninguna integración estética en el entorno, lo dicen todo de un pueblo que se come todo lo que den. 


En la novela se respira este ambiente surrealista y aberrante de que todo está al revés. Psiquiatras que le dicen a Victoria que si el hombre pega a la mujer, y a esta le sale una herida, es porque la mujer tenía algo en el cuerpo que le hizo emerger la herida, pero no el resultado del golpe. 


El ambiente depredador del banco en el que el ser humano no tiene ningún valor excepto para ser exprimido y expoliado, tal y como está sucediendo con los recursos naturales. Médicos que se inventan y crean enfermedades que no existen para que la gente vaya a sus consultas y consuma los fármacos de la industria farmacéutica depredadora, y, como telón de fondo de lo que plantea la novela, ¿dónde está Dios una vez que alguien es católico y se da cuenta de que la Iglesia católica ha sido un modelo de terrorismo a través del santo oficio? Una Iglesia católica que se está derrumbando y unas sociedades occidentales en descomposición.

Estamos viviendo un final de los tiempos, un cambio de ciclo, y las señales ya están aquí como predijeron los vedas y los mayas. Dijeron que cuando estas señales se dejaran ver la galaxia solar estaría pasando por una parte más oscura del universo, y esto se reflejaría en el comportamiento humano. Solo los más lúcidos, como lo es Victoria, se podrían aprovechar de este tránsito a la Edad de Oro. Estamos transitando de la Edad del Hierro a la Edad de Oro.


Pedro Burruezo detalla muy bien estas señales en su libro Misticisssimus, en la segunda parte, a la que ha puesto música de una forma magistral. En esta Edad de Hierro en la que la galaxia solar pasa por una parte del universo más oscura, los comportamientos de los hombres serían deshonestos y el hombre se alejaría del Reino Espiritual. Habría crisis ecológicas y medioambientales, inundaciones; hombres mediocres pasarían por sabios; los sabios desaparecerían; las madres serían esclavas de sus hijas; los pastores dejarían sus rebaños y construirían edificios altos; prevalecería la usura; la gente sería egoísta, grosera, ruda y de malas formas. ¿Qué más puedo decir si miramos al panorama español actual?


Es todo lo que se respira en la novela. Una Victoria espiritual, fuerte y creativa que se las tiene que ver en un mundo así y en el que vive situaciones de lo más surrealistas.
El dios de las praderas verdes ha sido calificado de manifiesto en tanto en cuanto trata temas que interesan a una gran mayoría. Aborda los problemas que presenta el hombre moderno en forma de novela, pero este tipo de cosas se suele decir a través de un ensayo. Victoria es una representante del hombre moderno inserto en esta época que le ha tocado vivir. Un hombre que es presa de las aberraciones de las grandes multinacionales y de la banca. Un hombre que no entiende por qué tiene que perder su condición de ser humano para convertirse en una pieza de productividad, como un objeto, al servicio de estas corporaciones, y al que se le está diciendo que está protegido por unas falsas democracias que defienden sus derechos más básicos sin defenderlos. 


Un hombre que ha perdido el contacto con su naturaleza primordial y que ha olvidado que está inserto en las coordenadas de un cosmos y de un sistema inteligente que tiene sol, luna, astros que giran y que él gira, y tiene sentido junto con ellos. La mayoría de las mujeres no sabría ser consciente de que su ciclo menstrual va con el ciclo lunar y, a cambio, la sociedad de este patriarcado tecnocientífico y aberrante la trata como enferma cuando menstrúa o da a luz.


Un hombre que se ha alejado de su naturaleza original, de ese dios de las praderas verdes, que es la pureza del alma y el edén del que venimos y al que iremos. Un hombre que ha dejado de sentir compasión hacia el prójimo y que se deja llevar por los instintos más bajos, y prueba de esto es que ahora mismo hay mil millones de seres humanos que pasan hambre, por ejemplo.

Sí, respondiendo la pregunta, son sociedades muy enfermas que se están descomponiendo, que están llegando a su final, que se están convulsionando para perecer. Pero no es una enfermedad desconocida. La maldad es una enfermedad del espíritu, como señalan sufíes y tradiciones espirituales perennalistas, muy vieja y propia de estos tiempos.
Deberíamos adorar este universo, este cosmos, este sistema inteligente en cada momento del día: al alba, al anochecer, al mediodía y cuando el sol está oblicuo. Deberíamos pararnos en esos momentos del día y dar gracias porque nos han creado y respetar a nuestros ajenos, a la Madre Tierra, a la Creación y dar gracias por formar parte de ello.
Lo bello, lo sano, lo fuerte y lo creativo es ese dios de las praderas verdes lleno de inocencia, de ternura, de compasión y de creatividad.



¿Qué consejos darías a alguien que se plantee escribir una novela?

Que lo haga. Los libros sirven para avanzar en la vida. Son un paso que te lleva a otro lugar.


Yo sentí una necesidad a vida o muerte, porque no podía entender los problemas gravísimos de Castilla y León. Nadie ofrecía esa explicación y la he tenido que elaborar yo. Es un documento valiosísimo e inédito. Pero dije que lo que tenía que decir lo diría de una manera que nadie se atreviera a pestañear, y esto es lo que ha hecho la diferencia. La forma de decir las cosas determina el contenido. La belleza de las descripciones, el retrato certero de las situaciones, el rigor con el que se trata a los personajes y sus emociones, el análisis histórico y la explicación que se da de por qué una sociedad es como es, todo esto hace de esta novela un documento de vocación universal en el que, con independencia del contexto castellano, cualquier lector se pueda sentir identificado.


Todo esto ha consumido cuatro años de estudio e investigación. A veces de cinco de la mañana a cinco de la tarde. Escribir una novela así requiere una concentración inusual. En tu cabeza solo existe la novela.


Los libros te permiten avanzar y te llevan a otros lugares en tu vida. A ti y a quien lo lee. Aportan claves existenciales. Por eso, la contribución de quien escribe algo así es muy grande, porque abre vías nuevas y aporta luz sobre aspectos de la realidad que otros no habían tenido la capacidad de ver.

Gracias, María José, por tus palabras, por tu libro y por tu paciencia. 
Feliz verano.

Esperamos los comentarios de la novela. No dejéis de leerla.

1 comentario:

  1. ¡Tremendo chorro de palabras!
    Las leí al principio del verano, las he vuelto a leer ahora y me sigue punzando aquí y alla, supongo que por ser miembro de esta tierra...
    Dan ganas de salir corriendo, primero del pueblo, luego de Valladolid, luego de Castilla y León, luego de España...,¡qué pena no ser mas dinámica!
    Me ha provocado sentimientos encontrados, por un lado dándote parte de razón, pero por otro, poniéndome en frente. No obstante valoro mucho tu postura valiente, tu energía y tu fuerte convinción. No he leído el libro; quizás algún día lo haga.

    Cambiando de tercio:
    Dar la bienvenida al nuevo taller de escritura de Viloria del Henar, que hoy ha sido su primer día y desearlas a ellas y a todas las demas compañeras de este mar un fructífero curso.
    Espero ver vuestras incertidumbres "moviendose" por este mar.
    S¡lv!a

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