jueves, 28 de julio de 2011

Más olas

Sube la marea y vuelven las palabras de algunas personas que participaron en el VII Concurso Literario Villa del Duero. Relatos y poemas que han dejado su rastro en la arena. Alguno ya ha subido a las nubes, porque se ha publicado hace tiempo en el blog vanalaire pero igual le incluimos por cumplir con nuestra promesa de ir subiendo a este barco a todos los participantes.
Por otra parte os sugerimos la lectura del libro de microrrelatos "Los ojos de los peces" del escritor Rubén Abella (Editorial menoscuarto, 2010). Será uno de los libros sobre los que trabajaremos a la vuelta de otros mares que el verano os lleve.


La Fachada
Esta noche no ha habido suerte, faltan 2 días para Navidad y el albergue estaba lleno cuando llegué, ni tan siquiera he podido conseguir algo caliente que llevarme a la boca. Son casi las cinco de la madrugada y mientras deambulo por esta vieja estación de metro, no puedo dejar de pensar en ti, en vosotros, en nosotros….

Decían que yo era una mujer fuerte, decidida, emprendedora y ahora tan solo queda este despojo humano que se esfuerza por pasar otra noche más añorándoos, recordándoos,… Me siento sola, vacía, hueca, a punto de derrumbarme, igual que esas casas viejas de las que solo queda la fachada y que se tambalean a merced del viento cuando les quitan los puntales que las mantienen firmes.

Hoy hace exactamente dos años que a mí me quitaron los míos. Un muchacho joven, imberbe, apenas recién salido de debajo de las faldas de su madre. No tenía edad para conducir, ni carné, ni siquiera licencia para salir de casa sin permiso, pero el azar, siempre caprichoso, quiso que esa noche cogiera un coche para cruzar una apuesta con unos amigos y truncó de golpe cuatro vidas, las vuestras, la suya, la mía….

He llegado a esta estación con la esperanza de poder estar a resguardo del manto de terciopelo blanco que cubre la ciudad, pero tengo miedo de estar sola, de estar conmigo misma, de darme cuenta de en qué me he convertido. Fachada, tan solo una fachada sujeta por dos puntales, y que ahora se derrumba poco a poco.
Los andenes están desnudos a estas horas. No hay trenes, ni gente, ni ruido, apenas queda alguna luz encendida y la penumbra se hace insoportable mientras sigo pensando en vosotros.
Oigo voces a lo lejos, risotadas, ruido de cadenas que chocan contra los pasos metálicos de acceso del metro. Busco un lugar donde esconderme, donde pasar desapercibida y logro llegar hasta los servicios. Está húmedo y huele a orín, hay una jeringuilla usada en el suelo, justo al lado del retrete y aún así me encojo en un rincón y aunque he perdido toda la fe que me quedaba, rezo todo lo que sé para que esos chavales no me encuentren y pasen un buen rato riéndose a mi costa.
Por un momento pienso que sería mejor que me encontraran, acabar con todo de una vez. No merece la pena seguir viviendo si no estáis conmigo. Pero mientras deshecho esta idea, me aferro a la única foto nuestra que me queda. Está muy vieja y desgastada, roída por el paso del tiempo y la vida en la calle. Dibujo vuestras caras con mi dedo y acariciando el único atisbo de realidad que soy capaz de recordar, me quedo dormida, pensando que todo ha sido un sueño, un sueño del que me he despertado bruscamente y que no puedo volver a soñar por miedo a despertarme de nuevo.

Alicia García (Geria)



Camisetas Negras


De la Fuente
manan aguas negras
Hoy no tengo ganas de escribir
papel negro
tinta que no deja huella


Amargos líquidos negros
nerviosos bajo la cremosa nube


Hoy no tengo ganas de pensar
protagonista en cama
narrador en coma literario
Palabras negras
en cautelosos sorbos


Hoy no quiero que lean
enamorados como pavesas
orbitando en diferentes anillos


Agujeros negros insondables
y 10 segundos sin una palabra


Hoy no quiero que juzguen
aventuras eróticas espachurradas
en la sección de congelados


Voces negras
a tientas entre besos extraviados


Hoy no quiero más adjetivos
ventanas negras
en noches de aguacero


Camisetas negras imaginé
fronteras que nunca crucé


Hoy Nada,
Nadie,
sólo Nadar
Hoy no quiero más
que tus aguas negras me Naden
Silvia Mancha (Ciguñuela)


miércoles, 13 de julio de 2011

Ellas escribieron...

Continúa la marea de trabajos presentados al VII Concurso Literario Villa del Duero. Seguiremos dejando las palabras de quienes participaron para poder disfrutarlas.
También queremos avisaros de una actividad que tendrá lugar el próximo 21 de julio en Urueña. Los Navegantes del Palomar entrevistaran a la escritora Elena García Quevedo a las 19.00h en "El Rincón de Simona" (muy cerca de las librerías "El Rincón Escrito" y "librería Alejandría". Os esperamos.


TRISTEZA
La tristeza me tapa

como una manta.

Las lágrimas quieren

escaparse de mis ojos.

Una mano de hierro

me aprieta el estómago.


El corazón se detiene
y al segundo, se desboca.

La apatía me ronda

quiere hacerme caer.
Rosa Martínez. (Tordesillas)


CUATRO HORAS
Tan sólo diez minutos y mi tren partiría.

Los escasos metros que me separaban del andén me parecieron miles. Las ruedecitas de mi maleta no tocaban el suelo, mis pies volaban raudos en busca de un supersónico tren que pretendía salir sin mí.


Cada vez que partía me repetía lo mismo, cada viaje la misma cantilena… "La próxima vez vendré con más tiempo y me tomaré un café, visitaré esas llamativas tiendas”. Así una y otra vez, durante años, sin admitir que yo agotaba hasta el último minuto de todos los minutos de mis idas y venidas.


Jamás un tren me había dejado en tierra. Mi abuela decía que era un don que yo tenía: "llegar siempre a tiempo donde crees que tienes que estar."


Sentada ya, comprobé que haría un viaje sin acompañante, ¡Estupendo! me dije sacando de mi bolso un libro, El mar. Tenía cuatro largas horas para adentrarme en él, con el desconocimiento si éste me resultaría tan cálido, profundo y divertido como el que conocía desde niña.


Un suave y entrecortado sollozo me distrajo, levanté la vista y al otro lado del pasillo unos ojos claros se me quedaron mirando. ¿Por qué lloras? , me pudo la curiosidad. Sin respuesta alguna, apartó su mirada, pero cada surco de su cara delataba el ir y venir de sus adentros.


El mar, que esperaba su turno. Volvió a empaparme, el vaivén del tren mecía sus apasionantes letras.

De nuevo un conocido llanto me devolvió al moderno vagón. Volví la cabeza y una vez más los cristalinos ojos se fijaron en los míos. Sostuve su mirada hasta que ella se levantó, tímidamente se sentó a mi lado y me dijo:

¿Crees que podrías entenderme? Su pregunta me desconcertó, no era ayuda lo que pedía.

Claro, la contesté, tengo dos hijos más ó menos de tu edad y lo intento todos los días de sus vidas.

El tren avanzaba aunque eso ya no importaba, la joven sumida en una tristeza tan intensa como un mar, parecía querer llenarlo...

Recordaba cómo logró alejarse de lo que le ataba. Romper con la mentira que le impedía ser, con el anhelo de que latir no la deparase tanto dolor.

Se lamentaba. Hablaba de intolerancia, de solapadas respuestas a una pregunta que jamás fue admitida.

Seguía recordando. Repentinamente una rosada sonrisa tiñó su pálido rostro, acariciaba una cadena que colgaba de su cuello, en ella un nombre de mujer, la entrelazaba entre sus dedos mientras decía: “Por ella abandoné mi país, la vida comenzó con ella, con ella aprendí que esperar y que te esperen es compartir, con ella descubrí que estremecerse ya no me daba miedo".

La vida le entregaba lo que le debía, sentir que sentían por ella. Rememoraba sus afortunados días cuando súbitamente deslió de sus dedos la cadena, dejo de acariciar su nombre, la descolgó de su cuello y la arrojó al suelo. Extrañada le pregunté .De nuevo sus ojos volvieron a colmar su ánimo. "Me ha dejado", reveló. "Huyo de todo lo que me recuerda a ella, del sol, del aire, del mar".

Su tono se tornó más afligido, desgarrador. El desamor llenaba su vida, lo llenaba todo. Se dolía: "Sin ella la vida no sabe, no huele, no soy. No quiero seguir, ¿para qué? , quiero acabar con todo".

Sus últimas palabras me sobresaltaron, pero respiré tranquilidad, agarrando una de sus manos le dije: Existen otros mares, otros aires. Alza tu vista al cielo y mira ese sol que amanece por ti, resplandece para ti. Y acariciando su mejilla...

Ahí afuera hay alguien que te espera, un nuevo corazón que anhela inspirarse en ti.

Pasaron unos minutos que se me antojaron interminables. Sus ojos seguían brillando, pero ausentes y quietos. De pronto en ellos noté otro destello, ya no de lágrimas, sus transparentes ojos ¡Querían seguir estando! , estar donde creían querer estar.

Viajamos en silencio, el calor de nuestras manos, aún unidas, eran el mejor presagio de una promesa, seguir.

No se presentaron, dos nombres son sólo nombres.

Se despidieron.

Jamás se llamarán por teléfono, pero siempre se acordarán del roce de sus manos.

Tan sólo bastaron cuatro horas para hacerse eternas.
Rosy Val Gracia (Simancas)

domingo, 3 de julio de 2011

Otros premios



En los últimos días del Taller de Escritura, algunas compañeras elaboraron estos Premios Jaula de Grillos 2011 atendiendo a aquellos aspectos que identificaban lo mejor de cada uno de los integrantes del grupo. También acordamos ir dejando el rastro en este mar de todos aquellos trabajos que no recibieron premios en el concurso, pero que igualmente nos gustaría compartir. Aquí tenéis dos ejemplos:

Nada fue bastante

Tras mi corazón iba el resto de mi cuerpo.
Pero no fue bastante.
Nada fue bastante.

Asediaste mi pensamiento buscando la fórmula mágica,
el gen de la alegría que exhibía a todas horas.
Me aprisionaste la risa, culpable de darme vida,
entre los barrotes de tus palabras
duras, frías, lacerantes, absurdas.

La ocultaste en el pozo lúgubre de tu apatía.
Apenas asomaba a mi boca o chispeaba en mis ojos
le lanzabas piedras,
la atemorizabas
con frases ácidas, la convertías en agua salada.

Si no podías hacerla tuya,
si no encajaba en la mueca de tu boca,
avariento, la descomponías.
Pero no fue bastante.

Nada fue bastante.
secuestraste mi voluntad haciéndome parte de ti,
anexionándome como un pequeño territorio de tu imperio
dirigido por deseos apenas esbozados.

Un gesto, una mirada, una respiración distinta
eran la orden velada.

Tardé tiempo en aprender
el lenguaje de los sonidos de tu presencia:
pisadas fuertes, pisadas sigilosas,
el crujir de las páginas de un periódico convertido en muro,
el casi imperceptible silbido del aire esquivando tus movimientos,

silencio…, murmullos de silencio.

Pero no fue bastante.
Nada fue bastante.


Ahora me miras con desprecio.
Tienes sed de alegría,
y en mí no encuentras ni un sorbo para aplacarla.
Ya no soy yo.

Estoy yerma, desertizada.
No tengo ni dolor,
solo un vacío…, una sensación de nada.

Ana Melero Melero (Geria)


Isla de Ávalon

«No me quiero ir». No, Victoria, allí no te vas a ir, sé de una isla a la que te puedo llevar. Nos podemos refugiar como cuando éramos niñas y buscaremos a quien tú sabes para que esté con nosotras. Las dos lo protegeremos, como en los juegos. Allí hay aromas y olores a macedonia de frutas con canela y anís.


Bosque de hayas, que son árboles de gran altura. Su madera resistente de blanco rojizo, donde se posan las aves de multitud de colores, y grandes cascadas, que por mucha fuerza que desciendan siempre mueren en un remanso donde se deslizan los cisnes, rompiendo el espejo con rapidez y elegancia.


Ríos caudalosos con riberas cuajadas de chopos y álamos, castores y nutrias juguetonas, que con troncos caídos hacen la presa para atrapar a los peces. Puestas de sol de color azafrán.


Allí no hay dolor, ni vejez ni radio ni quimio. Viven valerosos guerreros que nos defenderán. Uno no sé cómo se llama, pero conquistó algunos reinos y ganó muchas batallas. Tiene un caballo blanco al que llama Babieca”y una espada a la que dice Tizona. Pero a mí quien me gusta es Ossian, un guerrero de la mitología celta, hijo de un jefe guerrero hijo de los Fianna. De pequeño fue raptado por un tenebroso druida y lo amamantó una cierva.


¿Y cómo dices que se llama esa isla? Tir Na Nog, que quiere decir ‘tierra de la eterna juventud’. Allí se contemplan paisajes prodigiosos donde el tiempo no cuenta, y la hierba está siempre verde. También es conocida como la isla de las mujeres o isla de Ávalon, el paraíso de los celtas.


Ossian fue uno de los más valientes guerreros. «¿Dices que en esa isla estaríamos bien?».
No lo sé, Victoria; yo nunca estuve allí.

Ángela Méndez (La Seca)

*Música del vídeo: Wim Mertens